Y así comenzó todo…


Una niña pequeña veía cada día cómo su madre se levantaba temprano y la preparaba para ir al colegio. Veía cómo se encargaba de las tareas de la casa, cómo le ayudaba con los deberes y cómo volvía de un trabajo desagradable, tarde y muy cansada. Al día siguiente repetía la misma historia.

Muy pocas veces, por las tardes, se creaba un momento mágico.

Ese momento se producía cuando la pequeña se asomaba tras las cortinas del salón y observaba a su madre en el balcón, sentada mirando al exterior, con un bloc de dibujo y un lápiz en las manos.

Sin decir ni una palabra, se sentaba a su lado a contemplar cómo cada trazo que hacía, se convertía en una ilustración perfectamente reconocible de aquel entorno. Había ocasiones en las que el lápiz se convertía en un carboncillo o en las que el papel pasaba a ser un lienzo con pinturas al óleo.

Le encantaba verla bailar con la música de la radio. Constantemente le hacía reír y sin importar los materiales, la niña se sentía muy especial simplemente observando a su madre utilizar el arte como medio de expresión.

Conforme la niña crecía empezó a imitar a su madre. Salía al balcón a ponerse un poco de música y colorear en un papel.

Juntas y espontáneamente compartían un momento madre e hija que se convirtió en un ritual especial para evadirse de los problemas, lleno de manos y caras con pintura, de charlas que transmitían muchos conocimientos sociales y culturales que aportaban un valor único para crecer como persona.

Un día la niña recibió una pregunta de un adulto cualquiera:

  • Y tú, ¿Qué vas a hacer cuando seas mayor?
  • Yo quiero JUGAR y PINTAR.
  • Eso NO es un trabajo DE VERDAD. Eso no te va a dar de comer. Tienes que buscar un trabajo duro para conseguir mucho dinero…

La niña se quedó decepcionada. Entonces unos días después le preguntó a su madre:

  • Mamá, ¿Qué es un trabajo de verdad?Cuando sea mayor ¿Voy a tener un trabajo de verdad?

La madre se arrodilló, cogió sus manitas y le dijo:

  • Cariño, para tener un trabajo de verdad solo tienes que hacer una cosa, APRENDER.
    Aprende lo que realmente te gusta, trabaja en lo que te gusta y nunca sentirás que debes ir a trabajar.

Al sentirse más aliviada, la pequeña continuó pintando y dibujando cada día. Parecía que realmente había encontrado su pasión. Regalaba sus creaciones y se presentaba a concursos de dibujo y pintura simplemente por continuar aprendiendo.

Fue creciendo y durante su adolescencia participó en grupos de baile y arte dramático.

El mundo del ARTE en general le fascinaba y por eso continuó formándose en ese campo aunque su ilusión y motivación se dañaba cada vez que escuchaba “es una perdida el tiempo”, “eso no servirá para tener un trabajo en el futuro”…

En esos casos recurría a los consejos de su madre y conseguía hacer oídos sordos a los comentarios de aquellas personas, para así continuar disfrutando de sus pasiones, sin que le afectasen las inseguridades de los demás.

Continuó satisfaciendo su curiosidad por el mundo del arte y tras graduarse se dispuso a encontrar trabajo.

Consiguió algunos en tiendas que realmente no le aportaban crecimiento personal. Ese sentimiento se aliviaba cuando pasaba tiempo con su primos pequeños. Ahí era cuando se sentía libre de poder expresar todo lo que quisiera a través del arte, ya fuese dibujando, pintando, bailando o interpretando…

Esos momentos esporádicos que compartía con los pequeños le llenaban de energía y en muchas ocasiones inventaba juegos para ayudarles a entender lo que aprendían en el cole.

Cada día su realidad siempre era volver a esas tiendas, para limpiar o atender a clientes mal humorados que llegaban y le hacían sentir culpable de problemas ajenos a ella. Siempre llegaba a casa tarde, agotada, triste o enfadada y sin ganas de ir a trabajar el día siguiente.

Pasaban los días en su vida rutinaria y los huecos que tenía libres se acercaba a la casa de su madre, para volver a ese balcón y hablar mientras hacían arte juntas. Y un día fue diferente.

Con su papel delante, la joven NO ERA CAPAZ DE DIBUJAR NADA, no sabía por dónde empezar. Ese vacío blanco la bloqueaba por completo.

Su madre la miró y le preguntó:

  • Cariño, ¿Eres feliz?
  • No me siento feliz… Siento que vivo en el día de la marmota con mi trabajo. Me siento atascada.
  • Cariño, recuerda que para tener un trabajo de verdad solo tienes APRENDER LO QUE MÁS TE GUSTE Y TRABAJAR DE ELLO. Así nunca sentirás que debes ir a trabajar. Un trabajo de verdad es aquel que te hace feliz.

Tras ese momento la joven reflexionó durante unos días y poco después decidió dejar su trabajo y empezar a crear un proyecto lleno de ilusión.

Quería disfrutar de sus pasiones y sentir que compartía esos momentos con otras personas que disfrutaban tanto o más que ella de esas mismas experiencias.

Así que decidió aprender todo lo que pudiera de educación infantil y emprender un proyecto coeducativo, donde todas las ideas fueran posibles, para todos los niños y niñas que quisieran crear un mundo mágico.

Donde todos pudieran aprender cada día algo nuevo que aportase valor y, a través las artes plásticas y escénicas, interiorizar esos nuevos conceptos.

Por ese motivo, esa joven llamada Estela ha creado LUDICOMPARTE.

Un lugar donde los niños aprenden jugando. Donde se sienten valorados, escuchados y que forman parte de un conjunto.

Sea en compañía de su propia familia o de otros compañeros, los niños siempre pueden desarrollar todas su potencial, sintiendo que sus necesidades y curiosidades como niño están siendo atendidas a la vez que se divierten haciendo todo tipo de actividades creativas y lúdicas.

Son ellos mismos los protagonistas de las mejores historias improvisadas jamás contadas.

LUDICOMPARTE ES APRENDER, ES CREAR, ES SONREIR.

Porque aprender jugando es la mejor manera de crecer.

Transmite a tus hij@s el amor y el apoyo incondicional por su aprendizaje y crecimiento personal. Será lo que valore y recuerde siempre de ti.

Pregunta TODO lo que necesites.

Teléfono: +34 684 16 71 61

E-mail: info@ludicomparte.com

Algeciras (Cádiz)

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